EINSTEIN Y LA CREENCIA EN DIOS

Considerado el más famoso científico del siglo XX, Albert Einstein fue una referencia en la evolución de la humanidad, demostrando ser un espíritu visionario en el campo de la ciencia, revolucionando investigaciones así como redireccionando los estudios de la Física , transformándose para todos los pueblos en un paradigma de acción investigadora y de reflexión del saber.

Uno de los puntos interesantes de su personalidad y que siempre quedó evidenciado en su pensamiento, es el de la creencia en Dios, tanto en la manera como interiorizaba el concepto como por la forma en que lo hacía presente en su modo de obrar.
Aunque no religioso en el sentido de la creencia particular o de culto de una doctrina formal, tenía un sentimiento profundo en la existencia de Dios, llegando aun a afirmar que sus teorías partían de la creencia en la existencia de un Ser Supremo, creador de todo.

Si bien Einstein era de familia judía, frecuentó una escuela católica, y en ese choque aparente aprendió a respetar todas las religiones, desenvolviendo una independencia intelectual creativa, fundamental para enfrentar en el futuro la ortodoxia científica por un lado y el dogmatismo religioso por el otro.

De todo lo que recibió de los padres, de la escuela y de los estudios, quedó la creencia en Dios, libre de cualquier especulación doctrinaria religiosa. A pesar de los malos resultados en la escuela primaria y de los sacrificios en terminar los estudios básicos, por el choque con viejos métodos de enseñanza, Einstein cambió completamente cuando se dedicó al análisis científico y a la lectura directa de grandes físicos de la época, formándose en la escuela Politécnica de Suiza y transformándose en profesor de la Universidad de Zurich. Nunca más abandonó la carrera de profesor universitario, descubriendo el placer de enseñar: "El arte supremo del maestro consiste en despertar alegría, provocando curiosidad por el conocimiento creativo". También afirmaría más tarde: "La única finalidad de la educación debe consistir en preparar individuos que piensen y reflexionen como personas independientes y libres".

Enseñaba e investigaba, creando, por así decir, una nueva generación de científicos, desenvolviendo, a los 26 años de edad, teorías y fórmulas matemáticas que fueron la base de su famosa Teoría General de la Relatividad. Diría años después que "lo más incomprensible del universo es que este es comprensible".

En 1932 partió de Berlín para los Estados Unidos y en 1933 asumió la cátedra y la investigación en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.

Un pacifista de la Humanidad : profundamente interesado por el ser humano, declaraba que "el gran problema de la humanidad no está en el dominio de la ciencia, sino en el dominio de los corazones y de las mentes humanas". Esa fe en el hombre, aliada a su creciente conocimiento del universo, lo llevó a consolidar su creencia en Dios. Puede parecer una incoherencia para un científico pero sin embargo, en el final de su existencia, Einstein reconoció este hecho con convicción y dentro de un riguroso sistema de pensamiento.

No reconocía a Dios como tradicionalmente se lo reconoce en el pensamiento doctrinario religioso. Veía en Dios la razón y la causa de las cosas, y eso era todo, la esencia necesaria para el progreso del hombre.

Era un pacifista que no defendía ideas nacionalistas, se oponía a la guerra y fue el responsable por el alerta del peligro de desvío para propósitos bélicos de las investigaciones de reacción en cadena de la fisión del uranio, que daría origen a la bomba atómica. El se opuso a su utilización y en 1946 apoyó varios proyectos de formación de un Gobierno mundial para la paz del mundo.

Ciencia y sentimiento religioso: "Todas las especulaciones más refinadas en el campo de la ciencia provienen de un profundo sentimiento religioso, sin ese sentimiento ella sería infructífera". Einstein consideraba a la palabra religión como sinónimo de devoción, de inspiración, y no de credo revelado. En una entrevista concedida en 1927, decía: "Intente Ud. penetrar con sus recursos limitados en los secretos de la naturaleza y descubrirá que, por detrás de todas las concatenaciones discernibles, queda algo sutil, intangible e inexplicado. La veneración de esa fuerza, que está más allá de todo y que podemos comprender, es mi religión. En esa medida soy realmente religioso".

Influenciado por el filósofo Spinoza, del siglo XVII, Einstein creía en una inteligencia superior proveniente de la observación de la armonía y belleza del universo. Como le dijo al físico Max Born: "Ud. cree en un Dios que juega a los dados y yo en leyes y un orden absoluto".

Einstein por él mismo: "La más bella experiencia que podemos tener es la del misterio. El es la emoción fundamental que se halla en el origen del verdadero arte y de la verdadera ciencia. Quien no sabe esto y ya no consigue sorprenderse, ya no sabe maravillarse, está prácticamente muerto y tiene los ojos vendados. Fue la experiencia del misterio mezclada con la del miedo que generó la religión. Saber de la existencia de algo en lo cual no podemos penetrar, percibir una razón más profunda y de más radiante belleza, ese saber y esa emoción constituyen la verdadera religiosidad. En ese sentido, y sólo en él, soy un hombre profundamente religioso. No consigo concebir un Dios que premie y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad semejante a la que experimentamos en nosotros".

 

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